Sentado estoy en el rincón de una cantina, tomo un tequila doble, llega al estómago, éste lo resiente, es lumbre, fuego, se siente caliente cada partícula, cada célula del cuerpo, el segundo tequila, el tercero, empieza el cosquilleo en las manos, en el cuerpo, la melancolía me invade, el mariachi llega, ya tengo el brío suficiente para cantarle a ella, la que se fue, la que me dejó sentado en este mismo rincón, adolorido y borracho, se fue, no pude convencerla de lo contrario, canto y mientras lo hago a voz en grito, todos sonríen, cantan conmigo, José Alfredo me acompaña, ya no estoy solo, el sonido de mi soledad me acompaña, me balanceo entre dos mesas, tiro un vaso, mis neuronas ya están entorpecidas y provocan que mi cuerpo ya no responda de la misma forma, llega más gente, me callo, me dirijo hacia la barra, llego con el cantinero, le pido un tequila doble, me atiende, callo, observo a la gente, la cantina está casi llena, hablo con el que me atiende, el cantinero que todo lo sabe y habla de nada. Las mujeres siempre pagan mal, le digo, él sonríe, ellas son unas cabronas, pero lo que uno les da nadie más se los dará, el mismo José Alfredo lo decía, ella volverá, lo sé. Son unas malagradecidas, y provocan que aquí este uno tomando sus penas, por ellas, el cantinero asiente, sigue atendiendo, pido otro tequila, no me has visto cantar el Rey, ¿verdad? Nadie dice nada, le pago al mariachi para que toque el Rey, esa canción siempre me hace sentir mejor, definitivamente me siento superior al cantarla. Comienzo, a media canción, me levanto, me balanceo, me detengo en la barra, sigo cantando, termino, les pago, pido otro igual, sigo hablando con el cantinero de no sé qué cosa, él asiente como siempre y sonríe, me sirve otra sin pedirlo, pido otra canción, los caminos de Guanajuato, esa siempre me llega porque mi niñez la pasé en Guanajuato, al venir a la ciudad todo cambió, todo fue diferente y mi soledad comenzó, luego, la conocí. Comienzo a cantar, el balanceo continua, no termino la canción, uno de los mariachis me lleva a la mesa, me llevan otro tequila, pido otra canción, llega el mesero y me da la cuenta, busco insistentemente en mis bolsillos, le doy todo lo que tengo. Le falta, me dice, ya no hay nada le digo y sonrío, me toma del brazo, me lleva a la puerta, forcejeamos, termino en el suelo, me levantan. Sigo siendo el rey, murmuro, nadie sigue la canción conmigo, todos me observan, el mesero insiste, llega más gente para sacarme de la cantina, lo logran, termino en la banqueta susurrando la canción que me hace sentir grande y el mejor…y sigo siendo el rey…
JESSICA PIEDRA -México-
Publicado en el blog misspietre
No hay comentarios:
Publicar un comentario