viernes, 1 de febrero de 2013
SEGUNDAS PARTES NUNCA FUERON...
Olía a mierda. Se fijó en el orinal y sintió nauseas. Pero no vomitó.
Llevaba más de cinco días sin comer y su ojo izquierdo comenzaba a nublarse como el de un miope
cuando se desprende de las gafas. El otro globo ocular se lo habían extirpado. Descansaba sobre la
desvencijada mesilla repleta de trastos viejos, dentro de un bote de formol. Trato de moverse de la
cama, pero tenía grilletes en los pies y esposas aferradas a sus muñecas, junto a una mordaza que le impedía respirar y le cubría la boca. A través de la rendija del techo se filtraban haces de luz que dejaban entrever una constelación de partículas de polvo que cubrían todos los rinconesdel cuarto. Observó el escritorio, los pliegos de papel, la silla de madera y la pila de libros que se hacinaba sobre los curvados anaqueles de la estantería. Deseo toparse con un móvil para poder llamar a la policía y avisarles de que una mujer perturbada le retenía contra su voluntad. En ese instante, llegó a sus oídos el eco de unos pasos resonando en la madera. Cerró el ojo y se quedó quieto. Los goznes de la puerta
chirriaron. Una anciana con el semblante repleto de arrugas, las manos largas y afiladas como la punta de un lápiz atravesó el umbral, se sentó junto a la cama y esbozó una sonrisa:
—Espero que hayas recapacitado Stephen y resucites a la dulce Annie Wilkes.
Basado en la novela Misery de Stephen King.
Rubén Gozalo (España)
Publicado en la revista Minatura 123
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