Me detuve de repente
porque pensé que alguien me hablaba
pero en la calle no había nadie.
Sin embargo tuve la impresión,
noté su aliento,
de que junto a mí alguien respiraba.
Seguí caminando tras mi sombra
bajo las frías luces de las farolas
que ocultaban la oscuridad.
La sensación de ser observado
no desapareció hasta que crucé
la puerta de mi casa.
En mi casa, a solas con mi soledad,
el silencio me devolvió
unas palabras sin sonido.
JOSÉ LUIS RUBIO
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