viernes, 22 de febrero de 2013
HABÍA UNA VEZ…
Había una vez manos. Manos que asieron un trozo de roca, le dieron filo por un extremo y lo empuñaron por el otro. Era, rudimentario, un instrumento cortante y que, aplicando tracción animal a una lámina de madera, metálica después, abrieron un surco, y allí sembraron. Y fue el arado, las cosechas y de ambulantes las tribus pasaron a sedentarias.
Había una vez manos, miles y miles, reunidas en un mismo lugar de los desiertos a orillas del Nilo. Un proyecto y un amo, los cuerpos se extenuaron, los hombres murieron de fatiga, allí se levantaron pirámides. Vinieron los imperios, las guerras en gran escala. Manos y manos corrieron a tomar las armas. Fue el exterminio y una lección: ¿por qué exterminar a los prisioneros? Más vale ponerlos a trabajar y allí nació la esclavitud. Se hizo la paz. Y se hizo la guerra. Y nuevamente la paz. Con el último legionario romano, cayó el último gran imperio antiguo, sin dejar sucesores. Y las manos regresaron al arado y a la tierra.
Pero el arado les fue poco y la tierra les fue chica. Y se echaron al océano, las manos empuñando remos y timón. Y aun así, abrazándola con sus barcos, la tierra no les bastó a los hombres: sus frutos les parecieron mezquinos. Y entonces otras manos dejaron el arado para levantar fábricas. Fueron la industria, las ciudades, las vías de comunicación, la ciencia, la tecnología, el mundo sobre ruedas. Pero las manos volvieron a la guerra y todo otra vez destruido. Y entonces había una vez… pero todo no puede ser referido de un tirón.
Únicamente que, como en los cuentos, se busca un punto de despegue. Había una vez. ¿Cuál vez? O, dicho en lenguaje más ceñido a lo histórico: ¿Cómo periodizar?
¿Dónde colocar la apertura, dónde el cierre? Cuestión planteada una y otra vez, ya presente con el hombre primitivo. Y he aquí que, si de rastrear en los orígenes de la especie se trata, por ningún lado aparece el acta de nacimiento.
Marcos Winocur (México)
Publicado en la revista Arena y Cal 200
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