Cierra la ventana, cansado de mirar por ella, y se esconde tras los visillos mientras deja caer lágrimas de sonora distancia. El correo le hizo saber su categoría de abandonado. Ella dejó su lecho para agazaparse entre los mimos de un amante, más firmes que los suyos, siempre dolientes y apenados. Nunca fue capaz a tomar una decisión; repetía una y otra vez sus dudas, sus desvelos. Era un infeliz: perro herido necesitado de grandes lametones. La carta llegó a su piso armando un estruendo silencioso, lo dejaba, se marchaba de su vida sin apenas dejarse ver. Sus ojos no querían posarse por la herida carta, el raspón dentro de su alma lo dejó apesadumbrado. El sobre traía el remite al que le tenía que mandar sus cosas: su ropa, su tocador, su colección de postales, sus bombones inacabables, sus joyas valiosas, su maleta italiana, su suave visón, sus chinchillas calentando el sofá, su cuchillo…
PATRICIA NASELLO
Publicado en el blog patricianasello
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