Espérame, espera, no te levantes,
sigue sentada, que yo te traeré
esa miel dulce y melosa
y la pondré en tus labios.
Saboréala lentamente,
muy lentamente, para que ningún
sabor se te escape
y después déjame que bese
tus labios lentamente,
muy lentamente, para sentir
yo también el dulce y meloso
sabor de la miel.
No te levantes, que ahí,
verás mejor, mucho mejor,
el vuelo de la abeja
y oirás mejor, mucho mejor,
el dulce trinar del ruiseñor.
Ahora que ya viste y oíste
levántate, entra en la casa,
desnúdate, acuéstate
y duérmete recordando
el dulce sabor de la miel
que yo puse en tus labios.
JOSÉ LUIS RUBIO
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