El murmurio y su noche sugería,
a mis plenas pupilas andariegas,
un sembrado de trigo entre fanegas
que mi propio silencio repetía,
y era de oro calzada estantería,
bastión de un dorado haciendo entregas,
igual que en el oscuro, un grito a ciegas
de tránsito en vivaz mensajería.
La lengua de las horas recorría
los binomios del sol y de la espiga,
requeridos en gárgolas entregas;
Fue un dopaje de luz en romería
que entre estambres de gozo y maestría,
subastaba la umbría en mis bodegas.
Rodolfo Leiro -Argentina-
Publicado en la revista Con voz propia 52
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