domingo, 30 de diciembre de 2012

DIVAGACIONES


(Fragmento del artículo de 1917)

     No, no existe ¡qué ha de existir! la señora felicidad. Ni es bueno que exista tampoco. Si no ha de existir para todos, es mejor, es muchísimo mejor que no exista. Que no exista, señor, ni para usted, ni para mí, ni para nadie. Ya sé, señor, que usted cree que debe existir para Ud.; porque es Ud. bueno, bueno en el cochino sentido vulgar de esta palabra; en el sentido negativo, en el de no hacer ni decir cosa alguna que le pueda comprometer. Y porque es Ud. así, sórdidamente bueno, y es Ud. hacendosito, es decir, golosito de migajas, y llegó al automóvil y al jardín y a la casa de chillona opulencia, y al respeto servil de sus lacayos, cree Ud. --¿no es verdad?-- que cada cual tiene su merecido, y puesto que Ud. se supo aprovechar mientras los otros perdían su tiempo, a Ud. le toca ahora ser feliz, muy feliz, en medio de la inquietud y el afanar de sus prójimos.
     Pues, no señor, no es así, no es ni será Ud. feliz. Fíjese bien y verá cómo la única efímera ilusión de felicidad a su alcance es más bien vanidad que felicidad. Fíjese bien y verá cómo para sentirse momentáneamente no feliz, sino elevado, en posesión de los medios que conducen a la felicidad, tiene Ud. que inferirse una ofensa terrible a sí mismo, de la cual se avergonzaría Ud. ante sus hijos, suponiéndose tan bestia, tan plebeyamente constituído, tan tosco y tan ciego, tan horrendamente falto de humanidad, que es capaz de gozarse y regodearse comparando todo lo que le sobra a Ud. con todo lo que les falta a los demás. ¿No es verdad, señor, que no es usted tan monstruo que en lugar de apenarse y sufrir se recree y goce comparando todo lo que le sobra a Ud. con todo lo que les falta a los demás? ¿No es verdad, señor, que pasada la primera sensación vanidosa y puesto Ud. a reflexionar, vio Ud. tantos a pie y sin casa y sin ropa, que casi le duelen a Ud. como un reproche muy hondo y muy punzante su automóvil y su mansión y su lujo? ¿Qué clase de hombre tendría Ud. que ser para no sentir la espina de esos reproches, el desasosiego de esa espantable desigualdad entre sus medios y los medios de los demás, la verguenza inconsciente de pasear el hastío de su exceso de nutrición y de lujo por entre tantos seres iguales a Ud., más débiles que Ud. --ancianos, mujeres, niños-- que no tienen ni siquiera lo que tiene en abundancia su perro de Ud.?
     ¡Ay, señor! Son las doce, y recuerdo que al subir esta noche a mi cuarto había un niño durmiendo en el zaguán... ¿No cree Ud., señor, que si en el mismo pueblo y hasta en el mismo mundo donde ese muchacho tiene que echarse a dormir sobre los ladrillos de un zaguán fuera posible la felicidad, esta felicidad sería tan ciega, tan tosca, tan cruel, tan inmunda, que daría espanto verla?
     Donde hay nervios, señor, hay vibración, a tono con el dolor de los demás y es, por lo tanto, imposible la felicidad. Y donde no hay nervios, no puede haber emoción y sin emoción no cabe la felicidad.
     En cuanto a la felicidad fisiológica, la que consiste en comer y en beber y en dormir y en roncar como un cerdo repleto... esa, señor, única que tiene Ud. en sus manos... no se la envidio a Ud.

Publicado en el blog nemesiorcanales

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