El cuerpo de las sombras le sobreviene distante a la bailarina.
Es la luz su estatura: Sólo lo luminoso le es próximo.
Sólo, aún si las iluminaciones refulgieran desde fantasmas transparentes.
La luz, que no las sombras, entrega los rostros que son del amor.
Para el amor. El amor en sí tan inmortal.
La luz, que no las sombras, orquesta la danza del ser y del sentir.
La luz, que no las sombras, del estar y la razón.
La luz, que no las sombras:
Ah, la luz, la intangible que se perpetúa renacida en la bailarina.
Del libro Alicias Alonso Humanidad del baile de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
Publicado en Los Cuadernos de las Gaviotas
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