viernes, 30 de noviembre de 2012
¿IDENTIDAD CARTAGENERA?
Por Juan Carlos Céspedes Acosta
La camiseta decía Atlético Nacional, miré fijamente la fisonomía del joven tratando de encontrar los rasgos propios de la gente de Antioquia, pero nada. Entonces decidí salir de dudas preguntándole directamente si era del interior. Su respuesta, con típico acento caribe, me dejó saber su origen cartagenero. Entonces me cuestioné sobre la posibilidad de si en Medellín algún paisa pudiese ser hincha de un equipo costeño. La contestación fue inmediata, ¡no! Conociendo el regionalismo andino y la solidaridad antioqueña, era imposible imaginar esto.
Eché un vistazo a mi alrededor absolutamente confundido, tratando de entender esta costumbre muy cartagenera de querer lo ajeno más que lo propio. Preciso pasa a mi lado una rubia de oxígeno con un suéter negro y en el pecho la bandera estadounidense con la leyenda I LOVE YOU USA. Tuve que hacer un gran esfuerzo para recoger mi mandíbula inferior que había dado justo en el piso.
Pensé que quizás la xenomanía nuestra podía deberse a una frágil estructura mental merced al continuo roce con otras culturas mucho más solidificadas, a una educación básica deficiente, a falta de políticas estatales serias para afianzar la nacionalidad, etc.
Vino a mi memoria el destino de la cumbia, parida y criada en nuestras tierras, pero relegada a lo meramente folclórico, mientras que en México ha sido adoptada y con ciertos arreglos musicales la bailan los jóvenes más modernos, dando incluso nacimiento a una industria discográfica, todo lo contrario a las limosnas que reciben nuestros artistas en parques y eventos culturales.
De tanto divagar me dejé llevar por el aire marino desembocando en Las Bóvedas, construcción que recuerda nuestro pasado colonial. Allí estaba el tipo, más de treinta años, vestido aceptablemente, lo que me hizo descartar la posibilidad de que fuera un “habitante de la calle”, recostado a una parte de las murallas, descargando todo el líquido de una necesidad mal administrada. Un montón de piedras es lo que pareciera que significara para mucha gente. Me acordé de San Juan, capital de Puerto Rico, con menos murallas que Cartagena, pero con una gran capacidad para convocar el turismo mundial debido a su vocación nacionalista, con todo imperialismo en contra.
Quizás el desamor por lo nuestro obedezca a que no sabemos quiénes somos. Y sí no sabemos quiénes ni qué somos, la cosa está muy grave, porque sin estos requisitos somos hojas al viento expuestos a más de un capricho, o en el peor de los casos, de maquinaciones perversas que busquen pingüe ganancias en medio de tanta ignorancia.
En una ciudad donde todavía hay gente que saca pecho alegando dudosos abolengos europeos; donde cualquier extranjero nos pone de “ruana” por míseros euros; donde la etnia es motivo de segregación y cierre de puertas; donde el negro casa blanca para “mejorar” la raza; donde los jóvenes se sienten norteamericanos y los viejos de cualquier parte, menos de aquí; donde los políticos sólo alzan la mano para decir presente en el Congreso; donde la zona industrial de Mamonal se llena de andinos, porque los cartageneros “no sirven” o “no saben nada”; donde la cultura y sus políticas se generan e imponen desde Bogotá; donde “perro come perro y por un peso te matan”, como diría Henry Fiol en su canto, en fin, podríamos llenar muchas páginas enumerando anomalías, pero baste las pocas enunciadas para tener un panorama de la gran problemática que nos aqueja.
Creo que no podemos seguir de espaldas a nuestras propias realidades, no podemos continuar con la venda del chauvinismo insulso que cerró las puertas a la gente que posteriormente industrializó a Barranquilla, de unos pocos llevando mal a muchos, de la invisibilización adrede y artera a las mentes capacitadas para ayudarnos a dar el gran salto. Por todo esto, se hacen necesarios muchos foros sin exclusiones de ninguna índole, donde cada quien pueda hacer sus aportes en aras de encontrar o construir la tan anhelada identidad, cimiento necesario y fundamental para el desarrollo social, cultural, económico y político de nuestra ciudad.
Salí a la Avenida Santander, detuve un bus de transporte urbano, subí y busqué mi puesto. Hacía un calor insoportable, traté de abrir una ventana, pero fue imposible, todas estaban selladas, ¡claro! era un bus construido para el clima frío de Bogotá. ¿Me explico?
Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagena
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