¡Qué profundo es el silencio!
¡Qué certeros sus vocablos!
¡Cuánto dicen cuando callan
las palabras que no canto!
Ahora siento que mis brazos
han nacido de tu cuello
y mis dedos son de hiedra
que se enreda entre tu pelo.
Ojos que miran solo por dentro,
párpados que caen derrotados
con tus labios en mis hombros
murmurando enamorados.
Y quieren llegar al cielo
de los besos tus talones,
frente a frente, cautivados
se miran los corazones.
Que tu sangre ya es la mía,
que tus manos son las mías,
que mi alma ya no es mía
y la tuya es ahora mía.
Gustavo González -Valladolid-
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