lunes, 29 de octubre de 2012
EL RASTRO DEL CRIMEN
Por lo visto, el asesino entró por el teletransportador y mató a todos los guardias. Las pisadas dejaron arcilla.
Por las tuercas y tornillos en todas partes consideré que se podría tratar de un mecánico; ya que también había encontrado aceite en el puerto de teletransportación.
Subí al piso 1220 para interrogar a los empleados de las oficinas administrativas y para que me facilitaran el video de vigilancia. El encargado me recibió con cortesía y trajo la película: «el sujeto dominó a los guardias, tenía su cuerpo cubierto y se movió muy rápido ». Alteración genética —pensé— podría ser el caso.
Fui a ver al gerente en su oficina.
Estando allí dialogamos por un rato. Le pregunté si sabía de alguien que quiere hacerle daño a la compañía. Se puso de pie, me dijo que no. Cuando giró y caminó varios metros hacia su escritorio, vi un rastro de aceite que me condujo hasta su pierna. Ésta me mostraba luces como de cortos circuitos.
Vicente Arturo Pichardo (República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 121
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