martes, 25 de septiembre de 2012
APATIA FEMENINA
(Fragmento del artículo de 1916 Nuestras Mujeres)
Es muy penoso ver a nuestras mujeres tan extrañas, tan indiferentes a todas esas ideas de emancipación que hoy en todas partes sacuden los ánimos. ¿Es muy posible, mujeres de Puerto Rico, que en esta hora de crisis para las viejas normas de la civilización, en que las mujeres todas de los países avanzados sienten sed de cultura y afán de comprensión y de renovación, es posible, pregunto, que sigáis tranquilas, consagradas al tedioso sillón, o a la rutina mísera del menudo quehacer doméstico, leyendo de vez en cuando alguna insulsa novelita de novios que se casan y son muy felices y conversando naderas con las visitas, sin que ni por un solo momento os sintáis agitadas, conmovidas y llamadas por la voz lejana en que la mujer universal pregona su noble propósito de pelear por un nuevo ideal? Ese ideal será bueno o malo, cierto o engañoso; pero, sea lo que sea, yo no comprenderé jamás por qué no sentís ansias de conocerlo, de contemplarlo y escudriñarlo bien, para rechazarlo o para enamoraros de él y hacerlo vuestro. Yo no comprendo cómo, de la misma manera que os asociáis tan frecuentemente para fines de aparatosa y fría caridad o de vulgar recreo social, no os asociáis también, no formáis ligas, juntas y asambleas, para considerar y discutir y aquilatar las ideas nuevas que en otros pueblos iluminan e inflaman el anhelante corazón de la mujer.
Yo he hablado con vosotras... he cultivado muy devotamente el trato de vosotras, mujeres de mi tierra, y os digo ahora, sin necia adulación, que siempre me parecisteis finas de ingenio y ricas de sensibilidad. Y si esto es así, ¿cómo se explica que no sintáis jamás esa inquietud mental que los grandes problemas humanos provocan en las gentes civilizadas? ¿Cómo se explica la apatía mortal que os mantiene tranquilas, impávidas, calladas como estatuas entre el fragor grandioso de la magna refriega que tienen empeñada las mujeres de ahora para rescatar su alma y asegurar el porvenir? ¿Es que ignoráis acaso que la ley de la vida es la perenne evolución, y que el único antídoto verdad contra el veneno del fastidio es el hábito, la función absorbente del pensar? ¿O será simplemente que sois rutinarias, como vuestras abuelas, y el terror a lo nuevo os paraliza y os convierte en piedras?
¡Oh casera, hacendosa y humilde y callada mujer puertorriqueña! Ante el mar de la vida, en que los hinchados marullos del pensamiento humano se alzan y revientan sin cesar, bien cómoda es, quizá, vuestra neutralidad, vuestra inmovilidad. Cómoda... pero triste. Suelen también ser cómodas ¡pero qué pavorosamente tristes siempre! las jaulas, las cárceles, las tumbas...
Publicado en el blog nemesiorcanales. blogspot.com
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