Poeta del amor y de la suerte
con un río de verbos en la boca,
con la suerte que todo lo que toca
en mares de palabras se convierte.
El cantarle a la vida le divierte
y con ello florece hasta la roca,
pero a veces el verbo se disloca
y le canta al abismo y a la muerte.
A su paso su huella es un reguero
de fulgor celestial de algún lucero
que le presta su luz en un derroche
de abundante fragancia y armonía,
para que todo luzca como el día
bajo las grises alas de la noche.
Francisco Henríquez
Publicado en la revista Carta Lírica 17
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