Todo comienza en ti, y en ti termina,
sobre este mar, galera de oro y seda
que un día tripulé. Ya sólo queda
la quietud del naufragio en la neblina.
Y la desolación, que arremolina
su horror en torno mío. Se me enreda
tu recuerdo a la mente, sin que pueda
librarme de él; me acosa, me fulmina.
Y en cierto modo en ello me recreo,
porque a través de tanta sombra, veo
la propia imagen que inició la ausencia.
Con mi cargo de súplicas dormido,
el gris acatamiento del vencido,
y la gloria de extática experiencia.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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