Ramón Luque Sánchez
Escribo y leo poesía desde que tengo memoria. Creo que la afición me viene de mi madre. Fue su cadenciosa voz, que me envolvía a la hora de dormir con canciones de amores imposibles y lealtades inquebrantables, la que me alimentó el gusto por esa música que hay escondida entre sus versos, por ese suspiro con forma de palabras que embriaga el corazón. Concibo la poesía como una especie de mordisco que despierta la conciencia de tanto letargo como provocan la tecnología y los manipuladores medios de comunicación
La afición por escribir poesía se asentó definitivamente mientras estudiaba el bachillerato. Allí descubrí a poetas como García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández y Dámaso Alonso. No he dejado de leer sus poemas y estos a su vez de emocionarme.
Definitivamente, el deseo por publicar me vino en San Fernando. Fue al entrar en contacto con las gentes de la tertulia Río Arillo. Desde entonces no he parado. No quiero hacerlo. Escribir poesía es una forma de vivir y ver el mundo, una forma de adentrarse en la realidad para clarificar esos puntos oscuros que no percibimos por los sentidos.
Fruto de este empeño son un puñado de premios literarios y algunos libros publicados. Este apego a las cosas de la literatura me ha llevado también a escribir en presa y distintas revistas literarias, a hacer un programa de radio y a soñar despierto que otro mundo es posible. Creo que el esfuerzo ha merecido la pena.
EL DULCE LLANTO DEL AMOR
I
HE DESPERTADO, AMOR, COMO HACE AÑOS
He despertado, amor, como hace años,
perdido entre las sábanas, revueltos
con mi cuerpo tus sueños, y disueltos
en olvido lejanos desengaños.
No sentía hoy, no, esos extraños
fantasmas de las dudas, que resueltos
provocaron dolor; todos absueltos
por la fe en un amor libre de engaños.
He despertado, amor, a ti apretado,
perdida entre tus brazos mi conciencia,
vestido por tu sueño enamorado.
Y he sentido en mi vida tu presencia,
y he palpado en mi alma tu querencia
y de amor he llorado emocionado.
II
NO TE CUBRAS DE SOMBRA LA MIRADA
No te cubras de sombra la mirada
ni acalles con silencios tu alegría,
que me quedo sin fe y el alma mía
se me muere de pena, derrotada.
Herida estás, en esa encrucijada
donde luchan congoja y utopía,
desdeñas sin pudor mi compañía
y crees que mi pasión es asonada.
En nuestro lecho estás y estás gimiendo,
ignoras que me muero por besarte
y tal vez piensas que tu amor saqueo.
No ves, amor, mi amor, que estoy sufriendo
tendido junto a ti y sin rozarte
cuando es sólo tu amor lo que deseo.
III
ESTA CLARA TERNURA DE TUS OJOS
Esta clara ternura de tus ojos
se introdujo sin prisa por mi casa,
en volcán convirtió la tibia brasa,
tornó en amor mis cándidos antojos.
Esas luces cargadas de sonrojos
hicieron sin dobleces tabla rasa
del ayer, y después al ver mi escasa
voluntad me encerraron sin cerrojos.
Mas no siento mi vida encadenada,
ni son mis pasos ciegos de errabundo,
ni llevo el calabozo con espanto,
porque sólo a través de tu mirada
he visto de verdad el ancho mundo,
de azul del cielo y a veces dulce llanto.
Fermín Aparicio
Publicado en el periódico cadiznoticias
Muy bello...saludos y bendiciones
ResponderEliminar