miércoles, 29 de agosto de 2012
EL PERMISO
En memoria de los mártires de Ponce
Eran las 3: de la tarde después de la revocación del permiso. El Alcalde de Ponce José Tormos Diego cruzó la Plaza de Recreo, contó los pasos en la calle desde Muñoz Rivera a Degetau. Ahora se culpa. Pesa como un fardo de carrañas y remordimiento. Habría sido mejor, desde el inicio, no dar esperanza al grupo de patriotas. Denegar el permiso al Partido Nacionalista. Pero la orden de suspender la Marcha y revocar el permiso, ya dado, vino directamente del Gobernador.
«Uno no le puede decir no a Blanton Winship. Es el Candelero Grande que a todos nos alumbra y guía. Es como la Biblia o las Tablas que trajo Nelson Miles, el Almirante de las flotas invasoras Nosotros, pueblo, siempre dócil, más perdido que un pez en la camaya», dijo con angustia.
A última hora, José Tormos revocó el permiso y el jefe de la policía no dijo, «cancela ese evento, so pena de sangre». Más bien, el capitán Felipe Blanco tomó de su tropel, un buen contingente que incluyó policías armados con fusiles y subametralladoras, macanas y revóveres. Lo encaró represivamente a una marcha de índole pacífica, desarmada y la marcha del Domingo de Ramos terminó siendo, al cabo de investigaciones y la Comisión Hays, adscrita a la Comisión Federal de Derechos Cviles, la Masacre de Ponce.
El nacionalista Tomás López de Victoria fue quien le contó lo sucedido a las 3L00 de la tarde del día anterior en la Plaza de Recreo: «Cantamos el Himno La Borinqueña, dijimos Viva Puerto Rico Libre, como
enseñó Betances y Albizu. De pronto, el guardia Soldevila me puso una fusta en el pecho y gritó a todos: ¡Ni un paso más! Que el que se mueva lo mato».
Oyéndolo el Alcalde José Tormos, piensa si es conveniente que deje las funciones e su cargo. Blanton, cara pálida de puñeta, decide lo que ocurra en el pueblo. Cualquiera se llena de enojo y carraña, con el exceso de poder y de fuerza. Disparon a centenares, mataron hombres, mujeres y niños. Entre los muertos, hubo adolescentes y adultos. Hoy, en el Dispensario Médico, le informaron que varios heridos de bala han muerto.
«Y mire si había odio en ellos, odio de la mala policía y malas entrañas del capitán Felipe Blanco, que cuando se suscitó la balacera, los que marcharon y otros del público que miraba los actos, buscaron refugio en casas cercanas y en las oficinas del Partido, pero, de allí, la policía yendo a residencias como asaltadores y al Comité Nacionalista, nos siguió. Fuimos sacados por la fuerza. Nos tiraban de las greñas y nos dieron de palos», contaba Tomás López..
«No es que usted sea incompetente, alcalde. Es que como dice. Usted es un pez cautivo, aún vivo, en la camaya. Y el bizarrón que alumbra, según dice, es lámpara oscura, candelero indigno y sin luces», le decía el cura. «Tenemos que dejar este análisis bizantino de las culpas y entenderlo de una vez: Esta es la colonia de Blanton Winship, la Vela apagada. La colonia es la noche oscura, aunque sean las 3:00 de la tarde o las 12:00 del día».
José Tormos se echa la culpa de la Matanza. Quiere renunciar y no lo dejan. Necesitan su testimonio en el juicio y que niegue que haya tenido presiones de La Fortaleza para cancelar, a última hora, el permiso que concediera para dar muestras de inclusión, tolerancia y respeto por el Domingo de Ramos.
Del libro «Cuentos sediciosos y bolivarianos» de CARLOS LOPEZ DZUR
Publicado en el blog revistaislanegra.fullblog.com.ar
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