En una preñada colina que se ondula
como una almohada sobre un lecho,
para que las violetas reclinen sus cabezas,
nos sentamos tu y yo, cada cual lo mejor del /otro.
Nuestras manos, estrechamente ligadas
por un fuerte bálsamo que de ellas provenía,
y nuestras miradas, entrelazadas,
ensartando nuestros ojos en una doble /cuerda;
Entretejer así nuestras manos era, por el /momento,
el único medio de hacer de ambos, uno,
y nuestra única propagación,
las imágenes de nuestros ojos.
Como en dos ejércitos iguales, el destino
aplaza la incierta victoria,
nuestras almas (que para engrandecer su /condición
salieron del cuerpo), estaban suspendidas /entre ella y yo.
JOHN DONNE (1572 - 1631) Inglaterra
Publicado en la revista La Urraka 30
No hay comentarios:
Publicar un comentario