Cuando contemplas la vida pasar
en la pantalla del ordenador,
cuando oreas tu cansancio en San Google
o suavizas las hazañas del día
abriendo los correos de hotmail,
o descansas la barbilla en el dorso de la mano
obturas la mente.
Mientras mecánica,
plácidamente,
consigues un mapamundi de chicle,
mecida al ritmo machacón de una canción de moda,
dejas la vida pasar.
Y el cuerpo, de pronto,
sin sospecharlo siquiera,
te advierte que son las dos y media del mediodía
y que ya por hoy es suficiente
el pasajero vaivén de los instantes
en la oficina.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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