Apostado en la barra de un bar,
acodado a la luz de las confidencias
como mostradores del ansia,
apuro los instantes
sonriendo con las pestañas por fachada.
Acunado por el runrún etílico
y la mucha vida,
tejemos
la manada de lobos esteparios que fuimos,
la contradicción de una vida eterna
trago a trago.
Bebamos pues.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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