sábado, 28 de julio de 2012
UNA NOCHE EN EL CASCO ANTIGUO
Esperó paciente la llegada del crepúsculo. La vida en la calle le había acostumbrado al frío y aquella era una ocasión especial, así que pensó que no ocurriria nada si esa noche la pasaba a la intemperie, seguro que alguien ocupaba su puesto en el albergue. Se acercó sigiloso a la estatua “El Pensador”, seguía tal y como la recordaba pero iluminada como la presentaban tenía una apariencia de humanidad especial. Hacía tiempo que no le permitían entrar en esos museos donde antes le adulaban por su dinero y echaba de menos el arte. Aplaudió la decisión del ayuntamiento zaragozano de obsequiar a todos los públicos con tales gracias. Colocó su silla de lado a la Basílica y se dispuso a dibujar la escultura de bronce, pensando que así siempre podría llevar un poco de Rodin consigo. Eso era lo que hacía con los grandes cuando tenía ocasión.
AZAHARA OLMEDA
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