Estoy atribulada, dan las doce
y vuelve la señal. Quizás un mito
fue ese amor proyectado al infimito
que encendía mi lámpara de goce.
Es todo soledad... Aunque solloce
o llegue hasta la estrella un sordo grito,
presiento ese dolor que estaba escrito
y, esclavo, el corazón lo reconoce.
Tal vez el viento se llevó el sentido...
No percibo en el huerto la fragancia
ni se embelesa el alma en su contacto.
¡Me agobia la tristeza del olvido!
Con dulce voz, quebrada, a la distancia,
desangra un ruiseñor tu nombre exacto.
Carmen Garbarino, Argentina De su libro: Sandalias
Publicado en la revista Carta Lírica 40
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