Ya no podía ser salvado el planeta, en apenas tres o cuatro años quedaría inhabitable y había que abandonarlo. Pero ninguno en el grupo investigador se decidía a dar la noticia, porque cuando los medios se hicieran eco todo podía ser posible.
Aquellos que lo destruyeron querrían ser los primeros en marcharse y como tenían las mayores posibilidades podrían lograrlo.
— ¿Qué será de los más de quince mil millones que tendrán que esperar por una ayuda para escapar de la hecatombe?
Esa pregunta rodaba sin respuesta entre los científicos y algunos el trasatlántico Titanic cuando impactó contra un iceberg en su primer viaje.
Al final la noticia logró filtrarse y al instante comenzó la actividad en los hangares; y las solicitudes de licencia para salida al espacio llovían sobre los cósmicos satélites aduanales. Algunas naves, incluso con el autorizo recibido no podían despegar, porque fueron rodeadas por familias enteras que casi rogaban ser incorporados a la tripulación, para de esa forma salvarse.
Muchos capitanes ordenaron la utilización de rayos magnéticos para alejar a esas personas y ya comenzaban a registrarse por miles los muertos que iban dejando las naves que se alejaban del planeta.
Cuando ya prácticamente no quedaban posibilidades en el planeta, millones de personas simplemente esperaban el final y los científicos buscaban la forma de sacarlos de allí. La solución nunca apareció, y aquellos días de horror, en los que muchos abandonaron la Tierra, no dejaron de mencionarse mientras el aire fue respirable.
Omar Martínez (Cuba)
Publicado en la revista digital Minatura 119
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