domingo, 24 de junio de 2012
ASQUEADO
Estaba cansado, no tenía ganas de continuar con algo que hace añares carece de sentido. Las pastillas habían ido perdiendo su efectividad a medida que su hígado, y el resto de su cuerpo, se acostumbraban a ellas, por lo que no podía evadirse de la situación, debían permanecer allí, despiertos y consiente la mayor parte del tiempo.
Y era mucho tiempo. Diez años desde el último trasbordo, y ninguna señal de que la flota fuera a regresar. Pero, a falta de una confirmación final que le permitiera abandonar aquel sitio, debía permanecer allí, envejeciendo, perdiendo masa y elasticidad, enfundado en el incómodo traje. Flotando casi a la deriva junto al resto de la estructura, cuidando de la radio esperando el mensaje, sin mucho más que hacer, salvo contemplar las estrellas, asentar las rotaciones satelitales y esperar, esperar y continuar esperando.
No era para nada seguro de que fuera a suceder, pero se lo habían prometido. Antes de partir los últimos hombres le habían prometido regresar por él. Y, aunque tardaran milenios, él esperaría en aquél asteroide vagabundo a que la humanidad deje atrás sus miedos y se pregunte cuál había sido la suerte del primer hombre concebido, y nacido, en el espacio.
José A. García González (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 119
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