(I)
Sensual donjuán el mar, reiterativo
sobre una y otra playa, jadeante,
vertiendo impulsos y humedad de amante,
y volviendo la espalda, fugitivo.
Yaces sobre la arena. Qué opresivo
se ha tornado el momento, qué distante
resulta ya el abrazo desbordante
que la razón juzgó definitivo.
En el ir y volver de su oleaje,
no se genera el mágico engranaje
que tu cuerpo desnudo pretendiera.
Tu postura es de ofrenda, y de derrota,
y el agua, más que acariciar, azota
la piel que aún vibra, el alma que aún espera.
(II)
Su rumor se repite, no enmudece,
sólo cambia de tono, ya violento,
rudo diálogo a voces con el viento,
ya en levedad de brisa que adormece.
Tu atardecer. La luz se desvanece,
y agonizan los ruidos; somnoliento
se aletarga el paisaje, y el portento
de la noche estrellada se te ofrece.
A la luz de la luna, tu desnudo
adquiere fuste de poema mudo
que sin palabras vibra y apasiona.
Mas tú sigues estática, y ajena
a todo en torno a ti, sobre la arena,
frente al mar, que te hechiza y abandona.
(III)
Te hablaría de amor, si me escuchara
ese alma tuya, que al dolor se aferra;
o del terrible juego de la guerra
que hace el amante infiel que se separa;
del alborozo, a veces algazara,
que el mero intento de alcanzar encierra;
o que por cada opción que se te cierra,
otra mejor opción se te declara.
Mas nada te diré, porque, si herida,
de sombras y silencio irás vestida,
y no habrá voz que tu pesar suavice.
Sólo el mar, en rumor, en balanceo,
en vaivén de incesante galanteo,
te hablará, y no sabrás lo que te dice.
(IV)
Acostada en la playa. Se derrama
la brisa en torno tuyo, te acaricia,
tal vez rival del mar, que desperdicia
su coyuntura, mientras gime o brama.
El mar es estratégico programa,
mas sin ejecución. Urde o inicia,
mariposea, no se beneficia
de la oferta a sus pies. Sólo declama.
La brisa te susurra, y en su tono
firma un pacto a quebrar el abandono
en que el mar, o la vida, te han sumido.
Su abrazo, si invisible, es envolvente,
no simple amante sobre ti yacente,
más bien un sueño en el que te has dormido.
(V)
No maldigas al mar. Déjalo a un lado
con su argucia. Levántate y camina
hacia el peñón del faro. La neblina
tiende sus brazos al acantilado;
y a ti habrá de envolver, en su callado
confinamiento de sutil cortina.
Sigue en tu ascenso, casi golondrina,
con el mar a tus pies, desmelenado.
Cuando fuiste oblación, fue indiferencia;
y en tu distancia actual, su turbulencia
surge en intento de alcanzar tu piel.
No es más que espuma, ignora su bramido
de toro en ruedo blanquiazul, herido.
Es sólo una amenaza de papel.
(VI)
¿Quién más bello que el mar, cuando se irrita,
viéndote inaccesible en la distancia,
reventando en las rocas su arrogancia
de amante desdeñado, que aún te grita?
¿Y quién más bello, cuando deposita
cada cresta espumosa en trashumancia,
a tus pies en la playa, en petulancia
de amante juvenil que solicita?
Fascinante belleza, en cada caso.
Mas entre la promesa y el fracaso
no hay más que agua fluyendo en varios modos.
Tú lo sabes, mujer, cuyas heridas,
tras tanto empeño en idas y venidas,
aún sangran en tus íntimos recodos.
(VII)
Feroz el mar, aún al dormir, planea
descalabros y muertes. Subyacente
la superficie plácida, el tridente
de Poseidón las aguas zarandea,
fraguando la tormenta, que golpea
sin discriminación al inocente
que lo acaricia, como al malviviente
que por sus dimensiones merodea.
Su vientre apocalíptico recata
bajel, trirreme, galeón, fragata,
despojos de corsario, de emigrante;
y de amores hundidos en abrazo
perdurable, al rigor de su zarpazo.
Mas tú, mujer, aún miras adelante.
(VIII)
Tiene el mar horizontes infinitos,
de tentadora calma, de galerna,
pero ninguna de las dos eterna;
murmura a veces, y otras habla a gritos.
Así es la vida, con sus propios ritos
de quietud y trajín por vía alterna,
mas siendo cada cual quien la gobierna,
tratémoslos de versos mal escritos,
al repudio o al fuego relegados;
y de nuevo escribamos, inspirados
por nuestra personal luz interior.
La luz que nos define, que nos guía
en la especial, difícil travesía
hacia el dorado reino del amor.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario