Mi madre lobreguez y caudal
en ella supe la probidad,
imité la danza de su escoba,
pulcritud del hogar donde la tablas
se unían con los cuadros.
No conocía a Víctor Manuel, Enríquez
ni siquiera a Fabelo, vecino de sus tierras.
Conocía lo limpio,
el piso danzado por ella tres veces al día.
Mi madre espejo,
lluvia,
galería.
Puso en mis ojos lo barroco
mi renacimiento la hizo cómplice
de aceites poéticos,
de cuadros que elijo
donde trazo a Manet
y mi epístola es óleo virtuoso.
La imagen de mi madre
es la pintura sublime de esta poeta.
Del libro Dialogo sagrado de las vírgenes de ODALYS LEYVA ROSABAL -Cuba-
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