«Es preferible centrarnos más en la modularidad de la mente que en la moralidad».
Oinotna Araled
He perdido el artículo que el lector debía encontrar en esta revista.
Seguro que lo tengo a mano, pero no lo veo. Me pasa a menudo.
¿Me estaré haciendo mayor?
Pues pregunto donde están los calcetines o el cuchillo jamonero, y ella me responde que en el segundo cajón y colgado donde siempre.
Pero no los encuentro. Insisto.
Entonces viene y me dice: «¡No lo ves, están ahí!». En efecto, los tengo delante de mis narices. Y confieso mi torpeza.
¿Pero es sólo torpeza? Siempre he sospechado que a las llamadas C i e n c i a s s o c i a l e s(Sociología, Antropología, Psicología, etc.) les faltaba algo. Hace poco, leyendo sobre una nueva especialidad, la Neuropsicología (muy extendida en otros países), he comprobado que no andaba muy errado.
En el caso que nos ocupa, se trata de abordar el comportamiento humano y los procesos mentales no solo desde el punto de vista empírico, sino también del funcionamiento clínico del cerebro.
Se explica la autora, catedrática de Neuropsicología, que en una muestra realizada en más de cincuenta países de diferentes latitudes, culturas y credos, se detectan diferencias entre el cerebro
del hombre y la mujer.
Diferencias que explican, desde el solo punto de vista funcional del cerebro, algunas aptitudes en
el hombre y la mujer. Verbigracia, este estudio muestra que la mujer tiene mayor dificultad que el hombre para la capacidad espacial: las tres dimensiones. Me cuenta un amigo, profesor universitario,
la dificultad que tienen muchas alumnas con la asignatura de Geometría Descriptiva.
Hasta tal punto que memorizan la solución de los problemas. Lo que además de no ser posible, ya
que la geometría descriptiva o las matemáticas se ven y se comprenden, debe parecerse al castigo de Sísifo.
O, en otro ámbito, como decía el hermano de Marcel Proust, «lo triste es que las personas tengan que estar muy enfermas o tengan que haberse roto una pierna para disfrutar de la ocasión de leer “En busca del tiempo perdido”».
Aunque a veces lo que falla es la enseñanza de tales disciplinas. Yo hice el bachillerato aprendiendo las reglas para el cálculo infinitesimal, pero no supe lo que era el proceso de integración hasta que llegué a la universidad. Un ayudante de la cátedra de Matemáticas, el profesor Ron, me explicó la
aplicación de la antiderivación en el cálculo de áreas y volúmenes de regiones y sólidos de revolución.
Pero me he vuelto a perder, ¿dónde estaba? ¡Ah, sí! Por el contrario, la mujer tiene más facilidad para la expresión verbal (por lo general, las niñas comienzan a hablar antes que los niños) y la percepción inmediata.
Es decir, para detectar de un simple vistazo donde están mis calcetines, por ejemplo. Lo que hace que sean mucho más intuitivas y prácticas: viven y actúan en el presente, incorporando las otras dos dimensiones, el pasado y el futuro, a la situación actual. No como los hombres que nos perdemos en recordar lo que pudo ser o en vislumbrar lo que quizá será en un futuro. Entiéndase bien que la conclusión es una visión generalizadora, no aplicable a casos concretos. En esto andaba cuando ella pasó a mi lado y me dijo: «¿No buscabas esto?».
Y, por el arte de birlibirloque, allí apareció el artículo sobre Georges Perec. Lo que confirma, además de mi habitual despiste, algo de lo dicho. En fin, dejo el artículo perdido para la próxima, si no me vuelvo a extraviar en los vapores de Babia.
ANTONIO GARCIA MARTINEZ -España-
Publicado en la revista Estrellas Poéticas 48
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