Si buscas,
se fragmenta en pedazos el espejo que gime
con la luz de los cabellos salvajes.
No se desgarra el equilibrio de los días
aunque el agua turbulenta remanse
a la altura del corazón.
La armonía retuerce sus raíces de madera hueca
cuando el río llega hasta el umbral de los tiempos.
Una madeja de suspiros mece el feroz mástil
al que aferrarte debes.
El sarraceno de madera de boj,
el berberisco de huracán y celos,
el tenaz porfiador,
protege de la lejanía del futuro,
el libro de páginas doradas.
Los trasatlánticos surcan los charcos
y los marjales,
evaporándose yermos e infecundos.
El río de la vida muere en lagunas sumisas.
Es el río de la vida.
La vida.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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