Eran las diez en punto. La campana
del convento mezclaba su tañido
al vuelo del zorzal, que estremecido,
cruzaba errático ante mi ventana.
Eran las diez; tus diez de la mañana,
hora en que el sexo yace adormecido
y, ausente en el trabajo, tu marido
hojas de cálculo tedioso hilvana.
Y en estas diez, plenarias, luminosas,
vestíbulo sensual de las esposas
que en estériles noches languidecen,
el pulso de tus venas se encabrita,
y en tu cuerpo vibrante de Afrodita
las más íntimas grietas se humedecen.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Ángeles-
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