Sin saber que será la tumba a su bravura,
ni tan duro castigo el preludio de su muerte.
Acomete, entrando en la suerte de varas,
arrancándose de lejos, fiero e inocente.
Enhiesto el picador contraquerencia
aguarda la embestida descompuesta.
Cual caballero en su armadura
en un torneo, enfoca y cita al toro a la cruceta.
La sangre corre incontrolable por su lomo,
la fuerza se le escapa a borbotones,
el cruel puyazo no le impone ni da miedo,
pero.. ¿cómo luchar
contra tal blindaje sólo con pitones?
En algún sitio del tendido se oye ¡Basta!
Cuando todo está en las manos del torero.
Se cambia el tercio, final de la codicia,
se humilla el toro y es domado sobre el ruedo.
Mayte Andrade -Benicarló/ Castellón-
De mi libro “Querencias Taurinas” ed. 2001
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