Como un violín de caoba azabache
endulzas con tu son,
las mañanas de la muchedumbre.
Juegas con tu cadencia,
a tu aire,
con tus gestos,
y tu sonrisa,
y provocas en los sueños del vulgo
la más dulce de las vivencias.
Como caricias en el esmeralda del mar,
como el mas dulce olor a sal,
eres el rompeolas de las miradas
y sigues siendo la princesa
de nuestros cuentos de hadas.
La gente con la mirada
irrumpe en tu inercia,
y tú como un nido de violinista,
con la poesía de tu alma a flor de piel,
como la consagración de la primavera,
afinas las cuerdas de tu estampa con el arco de tu ser
y te conviertes en el Stradivarius que todos veneran.
Y te poseerán en la retina
por siempre,
conservando el lujo
de tu pelo
de tus ojos negros,
de tus curvas,
de ti.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ-Mérida-
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