Aulló de felicidad mientras atrapaba a esa muchacha esquiva en la obscuridad del pasto del parque. Con sus garras le despojó de la ropa y mostrando los caninos se abalanzó contra el cuello frágil y ardiente de sangre… Se dio cuenta entonces que no era un hombre lobo y nunca lo sería, sus dientes no atravesaron la carne ni desgarraron la yugular, apenas un mordisco que arrancó un alarido a su amante, quién se zafó de él y se marchó corriendo mientras murmuraba “imbécil”, repetidamente…
Sarko Medina Hinojosa (Perú)
Publicado por la revista digital Minatura 117
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