Receptiva es mi casa, bienvenida
de brazos carismáticos. La puerta,
invitación más que barrera, abierta.
La luz en el portal siempre encendida.
Y el alma, sobre el tálamo, tendida,
en actitud de permanente alerta
por si el amor pasara, que su oferta
puede no repetirse, si dormida.
Cada paso batiendo el pavimento
me aporta sobresaltos, y presiento
que entrará por sorpresa, sin llamar.
Quiero estar disponible a su llegada,
cuerpo desnudo y alma desvelada,
víctimas voluntarias en su altar.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
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