Como una droga en la sangre
por laberintos secretos del cerebro,
corre por su cuerpo el miedo,
cuando para tener miedo, .. es tarde.
Un valor improvisado
digno del mejor guerrero
le empuja al centro del ruedo,
hacia un rival, bien armado.
¡Música maestro!
¡Qué no cesen los aplausos,
que están luchando en la arena,
un hombre, con un toro bravo!
Mezclan sudor y sangre en la plaza,
se anulan los sentimientos
estando en juego la vida.. y
el triunfo, frente al adversario.
La lucha es.. cuerpo a cuerpo.. y
a muerte, cada uno por su banda,
la fuerza del brazo es.. la mente,
la del rival es.. su casta.
Sonó el cambio de tercio.
¡Señor presidente! ¿Qué espera,
no oye pidiendo a gritos,
¡Otra, otra! desde la barrera?
Para el torero, la plaza es su patria.
Cada herida, una cruz de guerra.
Cada trofeo, una medalla.
Un ramo.. es, su bandera.
Cada aplauso, una esperanza.
Cada ¡ole! una puerta abierta.
Cada toro, una batalla
ganada a pulso en la plaza,
donde el miedo le busca
y.. no le encuentra.
Del libro “Querencias Taurinas“ de Mayte Andrade-Benicarló/Castellón-
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