Duermo sin ti, pero aunque no lo quieras,
contigo duermo cada noche oscura;
la saturas de luz, y se conjura
sobre tu piel la fibra de mis fieras.
Ya entre los muslos, sobre las caderas,
en los senos, en torno a la cintura,
apremio la gentil desenvoltura
que tiempo atrás tú misma promovieras.
Duermo ceñido a ti, sobre ti sueño,
de tu cuerpo y espíritu me adueño,
eres mía de nuevo, y te sonrío.
Y al alba, al despertar, se me improvisa
sobre los labios la mejor sonrisa,
por este festival que aún llamo mío.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-
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