FRAY TORIBIO DE BENAVENTE, MOTOLONIA
Juan Cervera Sanchis -México-
Motolinia, en lengua náhuatl, quiere decir:
“¡Mira que pobres!”.
Fue lo que exclamaron los naturales de Tlaxcala,
siendo un día de colorido y bullicioso mercado,
cuando vieron llegar a los religiosos franciscanos
que, tras desembarcar en el puerto de Veracruz,
emprendieron su silenciosa y paciente caminata
hacia la recién conquistada México-Tenochtitlan.
Los tlaxcaltecas estaban profundamente conmovidos
ante aquellos hombres de hábitos raídos y pies
descalzos que hacían su camino sin quejarse y
trasminando amor hacia sus semejantes. Algo
que percibió de inmediato la sensible gente
de Tlaxcala.
Aquellos frailes eran todos ellos muy diferentes
a los soldados de don Hernando y en lugar de
miedo inspiraban ternura.
En verdad era excepcionales aquellos primeros
religiosos que pisaban tierra mexicana y al
igual que los naturales estaban emocionados
ante tan afectuoso recibimiento.
Fray Toribio de Benavente, que era uno de ellos,
lo primero que grabó en su mente fue la
exclamación que emitían los tlaxcaltecas:
“¡Motolinia!” “¡Motolinia!” “!Motolinia!”,
que era un grito sonoro y, sin duda, misterioso
para todos ellas.
Fray Toribio de Benavente desde antes de
conocer su significado se dijo a sí mismo, y
lo escribió para no permitir que el olvido
lo borrara de su memoria:
“-Este es el primer vocablo que sé de esta
lengua y, para que no se me olvide, éste
será de aquí en adelante mi nombre”.
Y así fue. Día aquel muy singular para
todos ellos y cuantos en el mercado de
Tlaxcala coreaban sin cesar: “¡Motolinea!”
Motolinia, pues, o fray Toribio de Benavente
había nacido en la pequeña villa agrícola
de Benavente, provincia de Zamora, España.
Fue por ello que adoptó su nombre religioso
como franciscano. En realidad él se llamaba
Toribio Paredes, pero para aquellos frailes
rebosantes de fe el nombre era una circunstancia
sin mayor trascendencia en la vida de los hombres.
Su llegada a la Nueva España fue el año de
1524. Año, por cierto, en que don Hernando
Cortés hiciera su célebre expedición a las
Hibueras, Honduras.
Acompañaban aquellos frailes a Martín
Valencia y su misión no era otra que la de
evangelizar a los naturales.
Motolinia, al que así llamaron todos desde
entonces, inmediatamente simpatizó con
los mexicanos e hizo entre ellos muchos y
fieles amigos.
Se opuso abiertamente a los actos injustos de
los conquistaron y cuantos llegaban de la
península ibérica únicamente en busca de
sacar ventajas materiales abusando de los
indefensos indígenas.
Escribió reiteradas cartas a España denunciando
todos los hechos detestables de los que era testigo,
oponiéndose a los mismos, por lo que no contaba
con muchas simpatías entre soldados y encomenderos.
En una declaración hecha a las autoridades
civiles españolas subrayaba:
“Si nosotros no defendiésemos a los indios,
ya vosotros no tendríais quien os sirviese.”
Motolinia fue guardián del convento de
Huejotzingo. Ahí, el año de 1529, contra
toda clase de presiones no dudó en dar asilo
a varios grupos de naturales formados por
caciques relevantes, junto con sus esposas
e hijos, para evitar que dichas personas, pues
él si veía como personas y no como animales,
a los indígenas, no fuesen apresadas por orden
de la Audiencia.
Todo esto creó muchos problemas a Motolinia.
Incluso se le acusó de estar conspirando contra
España y el virreinato en unión de los naturales.
Nada de esto lo detuvo en su humanitaria labor
en defensa de lo que hoy podríamos llamar
derechos humanos.
En su misión apostólica, Motolinia, viajó
por Guatemala, Nicaragua y Yucatán. En todas
partes fue querido y respetado por sus actos
de humanidad. Aunque no pocos de sus paisanos
lo vieron como si fuese un enemigo.
Lo cierto fue que fray Toribio de Benavente o
Toribio Paredes era amigo de todos y, sobre todo,
de sus convicciones cristianas. Fue un auténtico
cristiano en acción.
Fundó numerosos conventos. Tomó parte
en el trazó de la ciudad de Puebla de los
Ángeles, donde dijo su primera misa el
día 16 de abril de 1530.
Incansable peregrino anduvo, según se ha
dicho, “más tierra que ningún otro por la
Nueva España.”
Sin dejar su vida andariega, fue también
uno de los que más escribió y así lo testimonian
sus obras conocidas, entre las que recordamos
“Guerra de los Indios de Nueva España” y
“Tratados de Materias Espirituales y Devotas”.
La lectura de sus obras, en especial la citada
en primer término, sigue sien do fundamental
para cuantos aspiran a conocer los ritos y
costumbres, así como su astronomía y otros
aspectos del mundo precolombino.
A edad muy avanzada, se ignora la fecha
exacta de su nacimiento, Motolinea, murió
tan pobre como había vivido, en cuanto
a los bienes materiales, el día 10 de agosto
de 1568. Se le dio cristiana sepultura aquel
mismo día en el convento de San Francisco
de la Ciudad de México.
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