PAISAJES DE MI RECUERDO
Deseaba que, dentro de este poemario, tuvieran su espacio
ciertas intimidades que cincelaron definitivamente tanto mis
códigos como mis maneras de entender.
Tiempos esos que contemplaron la chispa contestataria que
anidaba en todas las almas de este país, universitarios que
templaban los decretos que limitaban libertades, mineros,
amas de casa, analfabetos, diplomados, paletas y arquitectos
que rezumaban un espíritu rebozado de gran sentido común y
que unía las voces que se alzaban sacudiendo las torres que
envolvían un futuro creíble. La llegada de una democracia.
Es curioso, los de la post, guerra claro, fuimos unos
privilegiados por sentir una opresión militarista y vivir su
holocausto dando la bienvenida a las primeras votaciones
libres de nuestro ciclo, lo curioso, que no deseable, es que hoy
cabe a la reflexión que las injusticias, constantes y continuas
que padecemos son provocadas por los monstruos al que
hemos cedido la antorcha de los antiguos griegos, la del
criterio para dirigir la democracia.
Ahora resulta que no tenemos un tirano común, a nuestras
aspiraciones, que propicie la unión urbana y protagonizar
aquellas románticas manifestaciones. En la calle estallaban sin
freno, en los campos de fútbol, arropadas en los gritos a tu
equipo, o a tu rival.
Mucho me temo que las influencias y la enseñanza que
recibimos, además del futuro profesional que nos han robado,
es por mano de unos políticos que han olvidado la cultura
democrática al practicar política rosa, sin cultura, sin
preparación y sin inquietudes que mejoren esa escuela que
debe preparar a nuestras futuras generaciones, un fraude. Así
lo veo.
Se critica a la juventud por su status de “ni ni”, por su desidia
en asumir retos, por su pérdida de valores y en su falta de
aspiraciones, de amor, de códigos ¿pero qué esperamos?, la
vida cómoda, la falta de necesidades vitales nos ha llevado a
los mayores a protestarlo todo, a infundir dudas donde antes
ni se consideraban, ya no se puede castigar a un insufrible
histérico con un solo dígito en su edad, la disciplina se
considera una acción retrógrada, la convivencia en la práctica
de asumir sacrificios, una chorrada sin ton ni son, los padres -
analfabetos en el respeto social- se ven con capacidad para
reprochar a los maestros una medida disciplinaria hacia su
vástago, ése que echa agua por el balcón para ayudar a
humedecer la cabeza de antipáticos viandantes que no
aprecian la creatividad del susodicho, niñato. Hemos influido
en los chavales en que exijan derechos y remuneraciones
antes de levantar un papel, triste, cuando hace apenas una
década nos rompíamos los cuernos para hacernos con un
puesto de responsabilidad que nos permitiera ascender y,
cobrando un poco más, comprar aquella lavadora por la que
suspiraba nuestra señora, madre o esposa y, en algún caso,
amante, hermana o matrona. Esas actitudes eran las que nos
hacían crecer, madurar, o eso pienso.
Bien, pues como te decía, he recuperado algunas
composiciones que hice en aquella dorada época donde las
insuficiencias eran comunes a casi todas las casas de mi barrio
donde veíamos al doc como un hacedor de milagros al que
loábamos o al maestro Andrés, tótem y verdugo en el castigo
por nuestros errores, desmanes y campanas, debiendo
aprobar por miedo a padecerle en los meses de recuperación
del verano aunque que, fíjate tú, pagó de su bolsillo la entrada
de muchos de nosotros al instituto para poder así acceder al
bachillerato.
Del libro Poemario de un ideario de MAXI CAMPILLO PONS
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