CANTABA UN FANDANGO LA MADRUGADA
Cantaba un fandango la madrugada,
con el coro de ranas en un charco.
De piedra vienen pájaros volando
para decirme que todavía no he muerto.
Encima hay agujeros negros
de la existencia de no ser,
de una vida capicúa
que tal vez nunca se lleve a efecto:
socavones vacíos, viene al color a mi entierro.
Nunca he sentido miedo a lo desconocido,
más miedo me da llegar a conocerlo;
nunca volví al camino perdido
donde perdimos el misterio de hacerlo.
Cientos de historias que se hicieron despojos,
a la deriva va aquel lobo del cuento,
Cenicienta está haciendo la calla,
Pepito Grillo clama en el desierto.
Puedo perder la partida del tiempo;
reina de copas, sota de bastos;
apostar una espiral de razones,
marcar el caballo con plata y desconcierto.
Con la navaja que me dio un bandolero
(que la afiló con barro y con sueños)
le saco punta a la estaca de carne
que clavo en el corazón de los deseos.
Leyendas que hablan de lugares eternos,
borracheras y amores de entretiempo,
de piratas que no asaltaron ningún barco,
de emperadores que jamás tuvieron un reino.
He visto miles de estrellas en el universo,
pero puedo asegurar, desde mi telescopio de viento,
que no hay constelación más hermosa
que los lunares de tu cuerpo.
TOMÁS BARRIENTO-Campofrío-
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