LA RUPTURA
Las chispas azuladas
del roce de nuestra piel
se convirtieron en quejidos,
en gritos del fin del mundo,
después de la despedida.
Nada es más triste.
Nada es más vacío
que nuestro último adiós.
Los vellos erizados
de nuestro tecto
se tornearon ásperos lamentos,
chirridos espantosos,
después de la ruptura.
Nada es más vago,
nada es más violento
que nuestro último beso.
Ahora callamos
los dos,
como nunca.
Los colores azules
no existen ya.
Los sonidos armónicos
se evaporaron
en una espiral silenciosa
de martirios y de olvido.
Los fuegos de antaño
quebraron mi alma,
consumiéndola cruelmente
en este tiempo de soledad.
SAÚL DÍAZ REALES-Reino Unido-
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