viernes, 2 de diciembre de 2011

ARTÍCULO

SANTA ANNA
GENERADOR DE VERSOS SATÍRICOS


Por Juan Cervera Sanchís

Quizá ningún otro Presidente de la República Mexicana
haya generado tantos versos satíricos como el general
Antonio López de Santa Anna y Pérez Lebrón, quien fue
en once ocasiones Presidente, aunque aún así, cualquier
Presidente actual lo supera en tiempo en el poder. Santa Anna
en realidad gobernó solamente durante cinco años, nueve meses
y veintiún días y al dejar la Presidencia por última vez,
según es sabido, vivió con escasos recursos económicos
por lo que murió en la pobreza.
Dadas las circunstancias de los tiempos en que le tocó vivir
a López de Santa Anna y gobernar aquel esbozo, todavía, de
país que entonces era México, el sentarse en la silla presidencial
no era ninguna ventaja, sino más bien un martirio. El destino,
como se suele decir, obligó a Santa Anna a hacerlo como ya
dijimos en once ocasiones y en mitad de la anarquía que
reinaba. De ello se derivó, al parecer, lo que la mayoría cree
respecto a Santa Anna. Sin embargo, la realidad no está tan
clara, pero siempre a la postre es más cómodo culpar a un solo
hombre de todos los errores que caen en determinado tiempo
sobre un país que asumir entre todos la culpabilidad de los
hechos acontecidos.
A Santa Anna, sus contemporáneos, le dieron todo el poder,
imaginando que concentrándolo en un solo hombre resultaría
más fácil gobernar. No fue así, ni puede ser así, pero ante
ello se vengaron, o creyeron vengarse de él, acumulando toda
clase de sátiras contra su persona. Todos los errores de aquella
se le achacaron a Santa Anna y no a los que lo habían llevado
al poder y le permitieron hacer y deshacer en base a sus
naturales debilidades y deficiencias humanas.
Hoy, con los versos que se escribieron para burlarse de él,
se podría hacer un libraco voluminosísimo y divertidísimo.
La realidad de Santa Anna y aquel México en ciernes, harto
confundido y, por ende, imposible de gobernar, no tienen
nada de graciosa. Curiosamente, los versos que generaron, sí
son graciosos.
El poeta Antonio Plaza, enemigo acérrimo del gobernante,
escribió:
“El éxito no fue malo,/ vencimos a los traidores, / y volví
pisando flores,/ con una pierna de palo.”
Sobre la pierna de palo de López de Santa Anna llovieron
versos al granel. Hay uno anónimo que dice, jugando a las
adivinanzas, después del solemne entierro de la pierna que
perdiera el señor Presidente:
“Es santa sin ser mujer,/ es rey sin cetro real,/ es hombre,
mas no cabal,/ y sultán, al parecer./ Que vive, debemos
creer:/ parte en el sepulcro está/ y parte dándonos guerra./
¿Será esto de la tierra/ o qué demonios será?”
Los versificadores contemporáneos de Santa Anna se
sirvieron, gracias a él, con la cuchara grande desde el
anonimato, con excepción de Plaza. La mayoría no dieron
la cara. Al fin de cuentas que los versos, las coplas, los epigramas
y las adivinanzas contra Santa Anna eran de todos a la vez
que de nadie:
Todo fiel cristiano/ está muy obligado/ a tener devoción/
de todo corazón/ al enorme avestruz,/ enemigo de la luz,/
su Altísima Serenísima/ López de Santa Anna.”
¡Qué no se jaleaba y rimaba de Don Antonio! Se cantaba
una copla por las calles de México popularísima. Decía:
“¡Ave María Purísima!/ Las cuatro y sereno./ ¿No hay quien
de veneno/ a su Alteza Serenísima?”
Chistes y más chistes siempre en verso y, a la vez, coplas
y coplas que aludían a Santa Anna y que él no parecía darse
por enterado, yendo a la suyo y dándose tiempo para escribir
su autobiografía, donde hay unas líneas que dicen:

“La historia de la República Mexicana no es aún bien conocida
por la generalidad: la han adulterado los que de mares allende
se han acomodado a escribir por lo que le cuentan, sin conocer
aquel vasto suelo poblado de distintas razas, idiomas, índole
y costumbres diferentes; un suelo privilegiado admirablemente
por la Naturaleza.”

Esto escribió López de Santa Anna. Respecto a los versos
satíricos que inspiró nadie hasta ahora los ha recopilado, aunque
en su mayoría fueron impresos en las revistas y los periódicos
de su tiempo, ojalá algún día un acucioso recopilador los
reúna en un grueso tomo que, de hecho, resultaría amenísimo
y sería un fiel reflejo de aquella época.

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