Resurrección (IV)
Tal vez ya me haya muerto, y en tus manos
sostengas el jarrón de porcelana
que encierra mis cenizas.
Una vez más he estado envuelto en llamas,
fuego aniquilador, como el de siempre,
mas hoy definitivo. ¿Dónde el alma?
¿A qué desconcertante paraíso
van los enamorados con sus ansias?
¿O nunca llegan, y en la oscura margen
de la laguna Estigia, inciertos, vagan?
¿O beben de las aguas del Leteo,
desvaneciendo imágenes, palabras,
afectos e intenciones,
estrenando una mente nueva y blanca?
Tú estarás distraída,
sin saber qué pensar. Por la baranda
se asomarán las rosas a la calle,
y el revuelo de alondras sobre el agua
del estanque vecino,
no obtendrá tu atención, ensimismada.
Inmóvil, pensativa,
se te diría estatua.
Y de repente se desliza al suelo,
inadvertida, el ánfora,
quebrándose en pedazos.
La brisa de la tarde, en leve ráfaga,
recoge, eleva, agita mis cenizas,
me va reconstruyendo; y en la espalda
siento un doble temblor, intermitente,
cual si de pronto me nacieran alas.
Apenas te sorprendes del impacto,
un poco más de polvo en la distancia.
Pero voy ascendiendo,
sobre el tejado de tu propia casa,
sobre los álamos de la ribera,
de cara al cielo azul. Ah, qué alborada
despierta en mí, la luz, y los murmullos,
colores y fragancias,
no los que percibí cuando, contigo,
era el mundo un proyecto a tu ventana.
Aquéllos eran copias, o bocetos,
originales éstos, como el alma.
Ahora sí me has perdido;
ésta es la libertad con que soñaba.
Voy hacia un cuerpo
En desesperación voy hacia un cuerpo
cuya apariencia ignoro.
Me ha hablado de otras cosas, tan sutiles,
más allá de la piel, de los adornos.
Al descubrir etéreos arabescos,
calladas armonías, y rescoldos
de pasiones dormidas,
se torna el exterior fantasmagórico.
Amo la carne, sí; y amo a la alondra,
y a la brisa, al crepúsculo, y al olmo.
Todos son mis hermanos, y son bellos,
y hay tanto más allá de sus contornos…
He amado formas sin amor genuino,
pero con cierta dignidad al fondo,
porque mi forma espera, y da, y recibe,
haya contrato o no, mas sin soborno.
En desesperación voy hacia un talle
cuyas galas más íntimas conozco,
que me habla desde dentro,
en línea recta, sin oblicuo tono;
que no esconde propósitos ni impulsos,
y se le escapa el alma por los poros.
Voy a hacerle el amor hasta los huesos,
y más allá, hasta el centro luminoso
que engendra sus temblores,
y abre de par en par su territorio.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
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