jueves, 20 de octubre de 2011
POEMA
A GRANADA
I
Entre el Darro y el Genil,
guardadas sus espaldas
por los blancos picos
de Sierra Nevada,
Granada duerme sosegada
soñando que ayer fue mora,
culta, rica y poderosa.
Viendo y paseando la Alhambra
las lágrimas de Boabdil
y de sus gentes se entienden.
¿Dónde iban a encontrar tanta comodidad,
tanto lujo, tanta belleza? ¿Dónde?
En ninguna parte como en Granada
que oculta su agua y llora en silencio
por todo lo que tuvo y perdió.
II
Un murmullo de voces me despierta.
No entiendo que dicen porque no están cerca.
Una fuente no muy lejos se deshace
en finos chorros de agua limpia.
Veo imágenes extrañas en el espejo.
No son las habituales de cada mañana.
No estoy donde siempre.
No reconozco las calles, ni los edificios.
Me pierden los ojos que buscan,
sin encontrar, algo familiar.
Esa muralla, esos palacios nazaríes,
desde donde la mirada se pierde en blanco,
me gritan que estoy donde el Darro
y el Genil lloran sus penas.
III
Desde la Torre de la Vela
los ojos se pierden en Granada.
Desde la Torre de la Vela
nada al viajero se escapa.
Sierra Nevada luce vestido blanco
y el Albaicín sueña con hacer
suyos los palacios y jardines de la Alhambra.
Las aguas del Genil serpentean
entre sus calles salpicando
los cármenes cuajados de flores.
En el otro extremo de la ciudad
llora el Darro lágrimas de nácar
por el moro que se fue sin mirar atrás.
Desde la Torre de la Vela
Granada se pinta en colores claros
que huelen a rosas y jazmines.
JOSÉ LUIS RUBIO
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