martes, 13 de septiembre de 2011
POEMA
Sin fantasmas
Los fantasmas del tiempo, los que un día
habitaron contigo
aferrándose a techos y paredes,
nunca dejaron verse si, furtivo,
me adentraba en tu casa;
tal vez entre sus juegos clandestinos
no figuraba afán de amedentrarme.
Nunca escuché el crujido
de peldaños, ni el látigo de viento,
inesperado y frío,
al cerrarse una puerta de repente,
ni oscilación de lámparas, ni el íntimo
temblor que en el abrazo me indicara
que no estábamos solos, que un testigo
incorpóreo y alerta
vigilaba tus actos, y los míos.
Al entrar en tu casa
me parecía nueva, sin vestigios
de otra vida, otras noches,
otro aliento, otra voz, otros latidos.
¿Cómo lograste blanquearlo todo
aprisionando tanto espectro vivo,
bajo una capa de pintura nueva,
paralizado ya, y enmudecido?
Parecían tu alcoba,
tu salón, tu escalera, tu pasillo,
vírgenes de palabras,
como si nada nadie hubiera dicho
antes de haberte hablado
susurrante yo mismo.
Habían olvidado ya las sábanas,
viejos sudores, sofocados gritos,
y en el espejo no se reflejaban,
ahogadas ya en el pozo de su vidrio,
formas arcaicas que abrazara entonces…
Un entonces que no ha sobrevivido.
A tu lado, en tu casa, soy tan nuevo,
y eres tan nueva como el primer lirio,
la primera canción del primer hombre,
o la primera lágrima del niño;
como si no hubiera tratado a nadie,
como si a nadie hubieras conocido.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
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