Animada reunión en torno a una mesa
donde el vino corre con generosidad.
Dos militares sin graduación
departen amenos
con cinco señoritas de postín.
El rojo caldo va desatando
las lenguas y aflojando
tensiones y reparos.
La charla fluye entrecortada,
atropelladamente
y cada uno se retrata
tal cual es.
Los soldados se ven
acosados, arrinconados,
asaltados a pregunyas
y requiebros
por el turbillón voraz
de las muchachas
que quieren saber
todo y para qué.
Cuando se agota el vino
la conversación se hace plomiza
y lenta, cargante e insidiosa
y las palmas se vuelven lanzas.
Las señoritas pierden interés
en la velada
y los soldados se repliegan
hacia los cuarteles de invierno
con el rabo entre las piernas.
Al final:
vasos vacíos, botellas rotas
y dolor de cabeza.
La resaca en los barracones
será insufrible.
Ellas, por contra, buscarán
vino gratis y jóvenes
y guapos mozos
que le bailen el agua,
les regalen los oídos
y les ablanden el corazón.
Del libro Tristeza en el Gran espejo dorado de JUAN EMILIO RÍOS VERA
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