LA NINFA
Como único atavío
una guirnalda de flores
que corona su cabeza
y una larga cabellera negra
nos roba un pecho.
La ninfa se extasía
en la contemplación
de la delicada fragilidad
de la flor que pende
de su mano,
mientras palpa el suelo
para sentirse material
y física.
El pezón enhiesto
nos desafía altivo
mientras su otra flor,
la más apetecible,
se pierde en un laberinto
intrincado de pliegues
y recovecos.
Todo en ella es poesía.
Todo es matemática,
física y química,
arquitectura sublime
de la Naturaleza.
Todo es proporción
y armonía.
Nada rompe el equilibrio
ideal de las cosas,
sin embargo,
su belleza claudicará
con el tiempo
y sus rigores.
Es por ello
que no dejo de mirarla
para perpetuar
su cuerpo en el ámbar
ideleble
del recuerdo.
Me pondré las gafas
para ver mejor
tu ceguera.
Del libro Tristeza en el Gran espejo dorado de JUAN EMILIO RÍOS VERA
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