Ya no eres mía
Te he puesto en libertad, ya no eres mía;
en cautiverio seguirá mi exilio,
mas no tú, cuyo límite es el viento,
la nube gris, el marco del sonido.
Alas siempre tuviste,
no te las recorté. Tienes el grito
que nunca sofoqué, ni lo intentaba,
clamor rodando en geografía y siglos.
¿Quién era yo para acallar tu canto,
la expresión de tu espíritu, el latido
y el ansia de vivir que te definen?
Ni quise ni podría; tú, castillo
afincado en el cerro, inconmovible,
carácter, si entrañable, rectilíneo.
Hoy libre vuelas, águila y alondra,
altivez y dulzura, sin caminos,
tuyo todo el espacio,
dueña de tu destino.
Yo te veré pasar. Tal vez perciba
tu canto entre la fronda, o el prodigio
del alto vuelo, terso, silencioso,
contra un fondo de azules encendidos.
Recordaré la suave contextura
de tus alas; y el páramo en que habito
verá cruzar tu sombra por la parda
tierra desierta, ajena a los sonidos
y advertirá mi decepción de amante
al que ahora llamas solamente amigo.
Patria gradual
No donde estoy; adonde me dirijo
es la patria adoptiva que me llama.
Sobre mí, cegadora, se derrama
catarata de luz, y es lo que elijo.
Ni opción requiero ni razón exijo;
venga lo que viniere, nieve o llama,
en espontaneidad, bajo programa,
teñido de dolor o regocijo.
Acepto el porvenir, el inmediato,
con sus dosis de calma y de arrebato,
de rosas blancas y ásperos abrojos.
Cuanto surge a la vuelta de la esquina
es la patria gradual que se avecina,
dorado galeón frente a los ojos.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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