REQUIEM PARA UN POETA INDIGENTE.
Su canto se levanto, sobre los desechos
de la indigencia.
De los pocos residuos, que deja el vicio
de una persona.
Bocanadas de bazuco, asistio su verso
moribundo.
Fué aquel anciano, que desde joven
mendigo, el afecto que la hoja en blanco
jamás le nego y le mantuvo en vilo,
hasta el último verso con el cual se confeso.
Rojo y negro fueron sus colores predilectos.
El azul de la paleta estuvo ausente,
no lo toleraba su silencio persistente.
La morfina ya no le servia, ante el
cancer que le afligia.
En sus pupilas la esperanza semejaba,
dos pozos sin fondo, donde la añoranza
se sumergia.
Su existencia fué una gota de tiempo y
dolor, disolviendose en la tierra con
resignación.
A pesar de los múltiples problemas, se estimulaba.
Quién no le conoce pensara que se flagela.
Vivir era para él morir, cada dia que iva
naciendo, cada vez que su verso le iva
pariendo.
Por eso nunca se intento engañar.
Ni dejo su reponsabilidad al azahar.
Porque la vida en particular la
de la calle.
Posee la peculiaridad de indeleblemente
enseñar.
Su metodologia se carácteriza, por llevar a limites
insospechados, la capacidad humana de sufrimiento.
En los semaforos diariamente reciclaba
los versos.
En ese interludio... de rojo a amarillo.
Desprevenidos indolentes, le daban
luz verde a los poemas, escritos a mano
por el "Viejo poeta del Cartucho"....
En la palma temblorosa...se quedaba el poema
redondeado de limosna.
Su morral de cabuya empasto los versos
sin editar.
Allí quedaron los manuscritos sin publicar.
Otro habitante de la calle sobre ellos dormiria,
para hacer de sus sueños la más
absurda pesadilla...sobre los asfaltos pestilentes
y con el bullicio de la gente.
El sabia que la muerte tarde le llegaria.
No le iva a colocar la aorta, ni tampoco
la otra majilla.
Y que el éxito quizás solo le serviria, para
pauperizar aún más su tumba.
Intuia... que su cadaver, seria objeto
de los carroñeros de la morgue, como ave
de rapiña, la ciencia le estudiaria, siendo la única
quien con sus despojos se beneficiara.
Como cualquier hipócrita
"El Viejo Anónimo¨ se fue riendose
de la vida.
Y no falto el fariseo que besara
su mejilla, ni rogara por su alma, previamente
ensalivada, sobre las raices de un árbol.
Tiempo y dolor fueron podados, para que crecieran juntos,
como dos siámeses, sin hacersen daño...sin alterar el ciclo
asignado...sin rebatir el verbo con el cual, El Anciano Anónimo
ha venido conjugando el universo...consagrado como el hombre
a su propia obra. A apalear el hastio de laguna forma....
A correr trás el rumbo que señalan sus palabras.
José A Pacanchique.
Este poema es un pequeño homenaje a un amigo poeta residente en la zona del Cartucho en Bogotá fallecido hace ya dos años en la más absoluta miseria.
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