MUJER ABORIGEN EN EL ULURU
Por Montserrat Gómez Gómez incansable indocente
Hay algo denso y dulce como de hormigas con el vientre cargado de miel al sol en las aborígenes. Espeso, se derrite con el calor, rebosa. Hay algo instintivo de defensa o de aislamiento de quien ha sido tratado no más que con vejaciones. Al salir de la roca sagrada, descansamos en una zona de sombra y nuestro guía permitió a una mujer aborigen que vendiese sus pinturas a los turistas que venían con nosotros. Yo me senté al lado de otras dos mujeres altrreye, las ancianas. Me hacía falta estar allí. Había muchos otros lugares y no era lógico elegir aquel pero a mí me era indispensable. Así que me acomodé y quedé a la espera sin expectativas. No había grandes historias que contar con palabras. Una mujer había traído unas pinturas que no eran propias y las quería vender como tal. Un hombre blanco no la dejaba. Se enfadaba sin razón. La otra mujer intentaba convencerla. La primera era probablemente de las más ancianas del clan. Mientras tanto, las moscas negras revoloteaban por mi cara. Pasaba el tiempo. Las moscas eran sofocantes. Arenosas. Las mujeres altrreye nada dijeron que pudiese no entenderse. Su lenguaje se musicaba con sonidos repetitivos, bajo continuas nasales y vocales abiertas. Apenas miraban, sus ojos parecían no estar. Las tres seguíamos sentadas casi en silencio. Casi todo el tiempo. La mujer del medio, menos vieja, se levanto. Me dejó más cerca de la presencia de la anciana. La mano izquierda de la mujer anciana se poso cerca de mí. Dos de sus dedos parecían derretidos por el sol del desierto. La piel negra, casi gris. El rostro hinchado. Los ojos pegajosos y un sabroso, sólido, gomos, olor fuerte, a miel. A tierra de miel. A historias antiguas de miel. A saber de la humildad de ser con todo lo demás. De la supervivencia. Del irrernte-arenye. De cómo conseguir agua y matar a un lagarto para poder comer. De su lugar en el mundo. Claro. Impertérrito. La historia era un olor dulce, pegajoso, tan denso que podía tocarlo con mi nariz. Sin más movimiento me quede hasta que ya era muy tarde para seguir quedándome. Entonces, me levante y me fui. Listen deeply, let these stories in. Escucha profundamente, que te trasvasen estas historias. Tanto que nada se. Tanto que perdonar no tiene más sentido que seguir con la vida. Estar.
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