EL RELOJ
Amanece el día
con su ruido incesante.
Nos acompaña
en nuestro quehacer,
constante, continuo, sin pausas.
A cada paso su latido,
en cada acto terminado
nos anuncia el fin.
Permanece impertérrito,
impávido, inalterable
en el devenir de la vida.
VIRTUDES ROLDÁN
TRAS LA VENTANA
Atada a una silla,
con la mirada clavada en la ventana,
ve la vida pasar.
Las campanas, las del reloj,
le anuncian el transcurrir del tiempo,
las campanas, las de la iglesia,
le anuncian la marcha eterna.
Tras los cristales,
Oye susurros de voces
que anuncian historias
que nunca pasarán.
Oye canciones infantiles
y una sonrisa retorna a su cara.
Descorre los visillos y
se deja ver entre cristales.
Los niños, sin dejar de cantar,
saludan a la anciana.
Su sonrisa se hace más amplia,
busca en su regazo,
y deja caer despacio
caramelos de sus manos.
Las niñas se marchan,
y con ellas se alejan
ilusiones tras la ventana.
VIRTUDES ROLDÁN
EL RELOJ
Desde muy pequeña recuerdo aquel “reloj” encima de la mesilla de noche en la habitación de mis padres. Estaba en el lado que dormía mi madre.
No tenía un gran valor económico, aunque si sentimental.
Era un recuerdo de mi abuela paterna. Se lo regaló a mis padres cuando se casaron.
La abuela se quedó viuda de un guardia civil, siendo muy joven y tenía que sacar 5 hijos adelante.
En aquellos tiempos no había pensiones de viudedad y la situación era difícil.
Las amistades y la familia le concedieron la representación de la casa Pedro Domeq. Y con ella a su familia adelante.
El reloj era de propaganda.
Era de concha y tenía forma de media luna y en el centro estaba la esfera blanca sujeta a la concha un aro de metal dorado. Debajo estaba el letrero Pedro Domeq.
Aguantó golpes y caídas ya que los ganchos que lo mantenían en pie no era demasiado fuerte y mis hermanos jugaban por allí al escondite.
Viajó con nosotros de Galicia a Madrid y resistió diversas mudanzas y hasta una guerra civil.
Al final cuando mamá murió no recuerdo que pasaría cuando deshicimos la casa. No sé que pasó ni quien se lo llevaría. Nunca hubo que llevarlo al relojero y jamás se paró.
Si lo viera en el rastro lo compraría.
PILAR SÁNCHEZ BARCIA
RELOJ
Quiero que el tiempo se detenga
quiero que el tic-tac del reloj
pare sin mas, pues las horas
me parecen eternas cuando mi
amado no está.
Quiero que se pare el tiempo y
que el reloj deje de funcionar para
que mi amado no se tenga que
marchar, porque somos esclavos
del tiempo y del reloj que marea
las horas de nuestro amor.
CARMEN PÉREZ MARTELL
EL RELOJ
Desde que por la mañana el despertador nos sobresalta con su estridente sonido, hasta que al apagar la luz de nuestra alcoba, para dejarnos caer en los dulces brazos de Morfeo y le echamos la última ojeada, el reloj va marcando y controlando el paso de nuestro devenir.
Al nacer la partera señala la hora de nuestro alumbramiento y otro tanto hace el testigo de nuestro fallecimiento.
No sé para que tanta información ¡como si esos datos fueran a cambiar en algo el transcurrir de nuestras vidas!
Antes de inventarse el dichoso instrumento tal como es en la actualidad, la humanidad nacía y moría, sus individuos lo hacían al orto o al ocaso, de día, de noche y no era necesario saber más.
La clepsidra, el reloj de arena, era mero informante impreciso de su cotidianeidad.
El reloj de sol daba más información cuando lucía y por las noches estaban las estrellas ahora imprecisas en nuestros cielos por la contaminación lumínica.
Las civilizaciones se sucedían sin que nadie señalase la hora del comienzo ni de la caída.
Un buen día inventaron el reloj y los hombres se pusieron a jugar cual chiquillos con sus engranajes, tornillos y sonidos.
Y ahora ¡ay amigos míos cuantas veces he oído decir ¡He olvidado el reloj, me siento desnudo! que esclavitud! Nunca tan pequeña prenda cubrió tanto.
Aunque lo último es el reloj atómico, pero esa es otra historia.
CONCHA GOROSTIZA DAPENA
EL RELOJ
Dictador universal
de la cuna hasta la tumba
en todos los rincones del mundo
seguimos su dominio inexorable.
Contra ti, no hay protestas,
sin ti, un caos inimaginable,
las vidas siempre están orquestadas
por el tictac tictac.
Envidio a la gente primitiva
se despertaban con el sol
se acostaban con la oscuridad
pero la sociedad de ahora
corre locamente
intentando mantener
una apariencia de normalidad
entre el tictac tictac.
Segundo, minuto, hora, día,
mes, año, siglo, milenio,
no podemos entender
la inmensidad de la eternidad.
Porque siempre está el sonido
consciente o inconsciente,
no podemos escapar del poder inmenso
del tictac tictac.
ANNE SAMPSON
EL RELOJ
Se divisan negros nubarrones
pero sé que la lluvia
no me mojará mientras camino
porque me cubre un manto
de flores frescas y rojas
como la sangre que riega
mi cuerpo peregrino
que mirando al reloj
ve como pasa el tiempo
perdido por los polvorientos senderos.
Me golpea el encendido viento
haciéndome vacilar en la orilla
del río que baja alborotado
buscando una casa donde hospedarse
mientras el reloj marca inexorable
una hora que nunca pasa
que ha quedado enredada en las aguas
que yo veo perderse bajo el puente
de grandes ojos de piedra
que miran a ninguna parte.
Estoy sentado en la plaza vacía
esperando que alguien venga
y me cuente porqué te fuiste
aquella tarde cuando el reloj,
como cada día, daba las doce
y yo me disponía a entregarte
unos besos apresurados
mientras sonaban campanas.
JOSÉ LUIS RUBIO
EL RELOJ
Que de veces me despertó el despertador
para ir al trabajo.
Que de veces lo he mirado
para saber la hora que era,
más de una vez se paró
yo me cagué en todas sus castas
y en la madre que lo parió.
El primer reloj que yo tuve
me lo regaló mi abuelo
con él yo vacilaba.
Lo dejé en stanby
y me compré otro
éste me anda solito
y me da la hora exacta
el de mi abuelo atrasaba.
ANTONIO BASALLOTE
EL RELOJ
El reloj es necesario, pero no tiene vida, porque es mecánico, es valioso porque sin él no tiene sentido la vida.
Él marca los días meses y años, así nos guiamos para saber como nos movemos.
Miré la hora del reloj y convencida de que era muy temprano, volví a la cama, mis ojos se cerraron rápidamente. El reloj con su tictac no dejaba de sonar las horas y las medias horas. Como me fue imposible dormir decidí desayunar.
No había terminado de beber el café el reloj dio la hora y me puse muy nerviosa.
Me fui al baño a despejarme con un buen baño con el agua muy caliente porque hacía mucho frío.
No comprendía que el reloj era tan malvado conmigo, pero oí una voz en el fondo de mi mente que me gritó. ¿Cómo te va a hacer caso si es un reloj?. No te engañe si es mecánico, páralo, no tiene vida. Así lo hice.
A las siete en punto de la mañana, me dije a mi misma la única forma de evadir el problema. De nuevo me fui a la cama, mis ojos se cerraron en pocos segundos.
Siempre mi almohada ha sido para mí, mi mejor compañera.
Pero el irritante reloj seguirá dando las horas con su tictac todos los días.
NILA QUINTERO
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