LEJOS
Lejos, lejos, muy lejos,
sí, muy lejos
y cada vez más lejos.
Lejos, lejos. ¡Tan lejos!
Hoy amanecí lejos.
Lejos, lejos, lejos,
muy lejos de mi mismo.
Hoy me siento otro.
Hoy no me siento yo.
No me siento
de tan lejos y extraño
como hoy me siento.
Hoy soy lo lejos, lejos.
Hoy no sé quién soy.
Hoy no sé quién fui.
Hoy no sé, no sé
si alguna vez seré.
Hoy soy la lejanía más lejana.
Lo lejos, lejos, lejos,
muy lejos de mi mismo
soy si acaso,
y créeme que no sé cómo explicarlo.
MEJOR
Mejor no escribo, ¿para qué?
Llorando...Mejor tiro la pluma.
¡Que se la lleve el agua!
Tanto dolor recóndito.
Tanta miseria acuestas.
Tanta desolación.
Mejor no escribo, ¿para qué?
Callar, callar, callar.
Decirlo todo sin decirlo.
SE NEGABA
Se negaba a despertar
la golondrina dormida
herida de realidad.
Dormida, la golondrina,
se negaba a despertar,
que quería seguir soñando;
que prefería soñar,
soñar y soñar la vida,
a vivirla en realidad.
MI PATRIA
“Yo no tengo más patria que tus labios” J.C.S.
Mi patria, desde siempre, son tus labios.
Tus labios, sí, tus labios;
tus labios que me llevan, beso a beso,
al edénico reino amoroso del Limbo.
Que el Limbo son tus labios
y, en la luz de tus labios,
mi carne estremecida y mi espíritu absorto
se instalan en la euritmia.
Que son Limbo y euritmia
tus jugosos y rojos y dulcísimos labios.
Patria mía, mi patria,
¡oh amor de mis amores!,
son tus labios.
Tus labios, sí, tus labios.
Tus labios que me llevan, beso a beso,
al edénico reino amoroso del Limbo.
UNA HISTORIA DE AMOR
La música y el silencio
un día se enamoraron
y aquel amor imposible
fue posible, y tan fantástico
como lo irreal real
y lo insoñable soñado.
Se enamoraron un día,
un día se enamoraron
la música y el silencio
y nadie supo explicárselo,
que no tiene explicación
el amor enamorado.
SE VAN
Que se van y se van
y jamás vuelven
los minutos, las horas;
y los días se van
y las noches se van
y los meses, los años.
Se van, se van;
que se van nuestras vidas.
Que no vuelven los segundos,
los siglos, que se van
para ya nunca, nunca retornar.
Que se van, que se van
y nunca vuelven;
que nos vamos,
que nos estamos yendo,
amor, mi amor,
que yendo nos estamos.
¡Oh cruel y más que cruel
e hiriente realidad!
JUAN CERVERA SANCHIS
EMILIO ZOLA. MEMORIA DEL REALISMO
Por Juan Cervera Sanchís
Ayer como hoy, Emilio Zola, sigue siendo considerado uno
de los más significativos novelistas franceses y una de las
figuras literarias más importantes del siglo XIX.
El padre de Zola fue un ingeniero de origen italiano. El joven
Zola crece leyendo a Gustave Flaubert, quien es veinte y nueve
años mayor que él. El realismo de éste lo cautiva y, en especial,
“Madame Bovary”, que aparece cuando Zola es un joven
de diecisiete años de edad.
Como es sabido “Madame Bovary” ha sido considerada como
una versión a lo siglo XIX del Quijote.
El realismo está en su total apogeo durante la adolescencia
y maduración intelectual de Emilio Zola. Será él, finalmente,
quien lo lleve hasta sus últimas consecuencias como seguidor
de Balzac –no hay que olvidarlo- y de Flaubert.
“La Comedia Humana” de Honorato Balzac es sin lugar a dudas
determinante en la formación literaria de Zola, quien propugna
por una literatura, en sus propias palabras, “que se inspire
en principios científicos y que conceda suma importancia a
las determinaciones materiales de las pasiones humanas.”
Punto básico en su manera de abordar y tratar sus historias
es la herencia de las personas y el factor determinado por
el medio ambiente.
Es el nacimiento del naturalismo lo que vemos surgir con
las novelas de este autor fundamental. El naturalismo convierte
a la novela en un anexo de la historia natural y auxiliar de
la medicina.
El escritor no fantasea ni especula en torno a determinado
ambiente y personajes. Trata de observar los hechos y retratarlos
con minuciosa fidelidad. Por supuesto que hace su análisis
de los mismos comparativamente y busca ahondar con todo
rigor en la conducta humana.
Claro es que Emilio Zola no era un hombre de ciencia, sino
un escritor. Lo cierto es que aunque hubiese sido un científico
no habría podido ver y conocer “toda la realidad”, pues esta
no es plana y, de hecho, si somos conscientes de nuestras
limitaciones, nunca ha estado, ni está, a la simple vista del
ojo y el cerebro de los humanos.
Es por eso que el fervor cientificista de Zola visto desde
nuestro tiempo resulta un tanto ingenuo. Aunque es innegable
que, pese a sus clisés realistas y vicios literarios de su época,
su gran talento de narrador los supera y logra dar vida a
sus relatos contra el espesor descriptivo que, por momentos,
da la impresión de asfixiarlo.
Se puede decir que los salva la intensidad dramática y la
energía humana que despliegan los personajes en mitad de
un ambiente dibujado con escrupulosa exactitud.
Zola a los veintiocho años de edad experimenta como
novelista y decide emular a Balzac escribiendo una segunda
comedia humana. Ello lo lleva a dar forma a veinte novelas.
Ciclo impresionante donde el escritor estudia al detalle, y
según sus recursos y los conocimientos médicos de su época,
las taras hereditarias de cinco generaciones sucesivas de una
familia en los más diversos y contrastantes ambientes.
Surge así “Los Rougon-Macquart”, historia natural y social
de una familia bajo el Segundo Imperio. Mil personas y
algunas más se mueven en ese desbordante espejo de la
humana comedia de Zola.
El escritor nos lleva de la vida provinciana al ambiente
del mercado central de Paris. Nos revela los fondos del
alcoholismo tabernario en los medios obreros de su tiempo.
Nos despeja las incógnitas de la vida cortesana con la
Historia de “Nana”. Guía nuestros pasos y nuestros ojos a
través de las páginas de “Germinal” por los subterráneos
mineros y las luchas que los animan.
Nos retrata en “La obra” el drama de un pintor dominado
por su arte. Por cierto que esta novela lo enemistaría con
Cézame, ya que el gran pintor, que era su amigo, se sintió
retratado en ella, lo que no le hizo ninguna gracia.
Por otro lado logra un daguerrotipo intenso con “La tierra”
al revelarnos la sufrida vida de los campesinos franceses
de su tiempo.
La humanidad sufriente y latiente hasta sus extremos transita
por las páginas, en trágico movimiento, de sus conmovedoras
novelas.
No olvidamos la titulada “La bestia humana”, donde expone
hasta sus últimas consecuencias lo que pueden hacer los celos
en un alma humana, ni tampoco “El desastre”, donde recoge
y exhibe los sangrientos días que vivió la Francia durante
los acontecimientos revolucionarios de la Comuna de 1871.
En la obra de Emilio Zola, a partir de “Germinal” palpitará
un hálito socialista. Por cierto que a Zola le costaría muy
caro su defensa, con su artículo “Yo acuso”, de Alfredo
Dreyfus, aquel militar francés de origen judío acusado
de espionaje en 1894.
Mientras tantos callaron ante aquel acto indignante, Zola
alzó su voz y reclamó con su pluma justicia para aquel
patriota, inocente y libre de toda culpa, como se confirmaría
doce años después –1906- en que fuera rehabilitado.
Zola, debido a la publicación de aquel artículo, tuvo que
exiliarse en Inglaterra.
Al volver a Francia de su exilio moriría en circunstancias
aún todavía no puestas en claro.
Al morir contaba con sesenta y dos años de edad.
Había nacido en Paris en 1840.
...Y YO...
...Y yo quisiera ver
lo que no ven mis ojos
en cuanto ven sin ver.
Que quisiera ver yo
lo que no ven mis ojos
en el agua y la flor.
Que ver, ¡ay!, yo quisiera
lo que no ven mis ojos
en la nube y la piedra.
Que yo quisiera, yo,
ser tú y poder ver
con tus ojos el sol.
Que yo, mi amor, quisiera,
mirándome en tus ojos,
vivir a vida plena.
Que yo quisiera, amor,
mirándome en tus ojos,
ver por fin un día a Dios.
ELLOS
Ellos,
los no nacidos todavía,
leerán
y harán suya mi poesía.
¡Qué imprevistos y extraños
son siempre los caminos
del arte y de la vida!
JUAN CERVERA SANCHIS.
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